Villahermosa (2008)

El viernes 5 de septiembre de 2008 la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco presentó uno de sus más recientes ediciones, el libro de poemas de Roberto Arizmendi, en el Auditorio «Manuel Sánchez Mármol» del Instituto Juárez de esa casa de estudios. Fue una velada con el auditorio lleno de estudiantes, maestros y escritores en el que los escritores Margarito Palacios Maldonado, Vicente Gómez Montero, Miguel Ángel Ruiz Magdonell y el propio autor, estuvieron conversando sobre la obra poética de Roberto Arizmendi, sus procesos creativos, sus temas recurrentes y fantasmas, sus motivaciones y la intimidad del acto creativo del artista. Margarito Palacios leyó un breve ensayo analítico de la obra de Arizmendi, quien además de sus comentarios leyó algunos de los poemas contenidos en el libro y se escucharon poemas de Roberto Arizmendi musicalizados por los trovadores: Jesús «Chúo Ruiz» venezolano, Pepe Ordás cubano y Sergio Ameneiros también cubano. Una velada literaria conversada y musicalizada en un ambiente de calidez y apertura para gozo de todos los asistentes.

 

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Roberto Arizmendi : Mitología  y Filosofía Poéticas 

Margarito Palacios Maldonado

 

Mitología Griega y Fenomenología de lo Espontáneo

Entre lo apolíneo y lo dionisiaco, entre el realismo y el simbolismo, entre lo concreto y lo abstracto, entre la poesía pura y la poesía concreta, Roberto Arizmendi parece navegar con la seguridad de Jasón, el capitán de los argonautas griegos, y su obra, como la barca de los héroes míticos, resiste vendavales y tormentas, sin perder su rumbo y su objetivo: llegar a la Cólquida para traer a Yolcos, como preciado trofeo, el vellocino de oro.

El libro titulado Sabio presagio de tu enigma viene a ser como esa crónica de viaje, en la que Jasón (Roberto) relata sus encuentros con mujeres, hechiceras y sirenas, logrando superar todos los desafíos que se le presentan gracias a la ayuda que recibe de mujeres enamoradas, seducidas por su belleza varonil.

Dejando por un momento la mitología griega, quiero avisarles que este fin de semana navegué en la página web de Roberto y disfruté su poesía y su prosa con el deleite de un lector afortunado.

¿Por qué afortunado?

Por dos razones fundamentales. La obra de Roberto es buena y es breve. Dos cualidades que no suelen acompañarse con mucha frecuencia.

Pero, para mi fortuna, la tarea que me había encargado Miguel Ángel Ruiz Magdónel, el culpable de que me encuentre hoy ante ustedes, se abrevió y facilitó mucho a partir de ese viaje cibernético; pues, constaté que los títulos que trae su libro, que hoy presentamos, hace referencia a prácticamente toda su obra poética anterior; por lo que «Reiteración del canto», con el que inicia el desarrollo de este libro, es, precisamente, una reincidencia, una reposición, una caída más de su yo poético que, como el enamoradizo Jasón, es incapaz de resistirse a la belleza de las mujeres que, para su fortuna, no tienen más oídos que para sus palabras.

Y entonces, como para reforzar mi símil entre Roberto el poeta y Jasón el argonauta, veamos cómo titula la segunda y la tercera partes de su poemario: «Sombras y tormentas», y «Horizontes nuevos». ¿Nada que ver con el azaroso viaje de esos locos héroes míticos, entre los que figuraban Orfeo, Cástor, Pólux, Peleo, Hércules, Teseo, Alertes y Atalanta, la única mujer de la expedición, famosa corredora y arquera?

Como que las referencias mitológicas se me imponían, a pesar de que la poesía de Roberto nos hable de un mundo concreto en el que la mujer se palpa y disfruta con los cinco sentidos. Estamos, pues, frente a una fenomenología de lo cotidiano, pero que tiene una conexión evidente, quizá remota y poco intelectiva, con la zaga mítica griega. Sin embargo, creo que el amor de Roberto por el mar ha hecho este trabajo subconsciente en su creación poética, ya que la despojada trama anecdótica de su poemario, producto de una abstracción propia de la poesía pura, lleva al lector hacia territorios semánticos en los que el enigma, el misterio, el arcano son el recurso con que el poeta evade la pregunta por su interlocutora u objeto poético.

Porque, ¿cómo no vaticinar, en poemas como «Hacer de tu gozo el gozo mío» y «Mi sed de repasarte», el nombre de Hipsípila, la reina de las mujeres de Lemmos, o el de Medea, la hechicera que lo ayudó a conquistar su trofeo, con tal de que la llevara con él y la hiciera su esposa?

Aunque los poemas de Roberto Arizmendi están anclados en la fenomenología de la palabra como símbolo del cuerpo y sinónimo de identidad apolínea, es en el amor y la sensualidad de los sentidos donde se reafirma su vocación dionisiaca. Y en ese vaivén entre estos dos arquetipos estéticos, concebidos por Friedrich Nietzsche en su Origen de la tragedia, que la obra de Roberto Arizmendi parece navegar por el estrecho vigilado por dos monstruos mitológicos conocidos como Escila y Caribdis.

A diferencia de Odiseo, quien prefirió perder la mitad de sus tripulantes devorados por los voraces perros de Escila, para no perder su barco al acercarse demasiado al remolino de Caribdis, Jasón logró cruzar el estrecho de Mesina sin mayor contratiempo gracias a los poderes de Medea.

Como crónica de Jasón, Roberto Arizmendi escribe poemas con títulos muy reveladores: Mi vida se construye con tu canto, Tu tacto anuncia el Paraíso, Cauce para los barcos de esperanza, La luz de las quimeras, Descubriendo secretos, Virtuosos del amor, Comencé por deletearte mis insomnios, Sol de media tarde, Descubridora del amor, Para reconocerte cada noche, En otra advocación y en otro tiempo, Todo se vuelve canto.

En fin, que desde los títulos, sus poemas traen el reverbero mitológico de la creación dionisiaca, pero tratada con la maestría del orfebre apolíneo, que va desgajando la palabra con el ritmo mágico del historiador, deletreando con sensualidad frutal el cuerpo femenino, de tal manera que la mitología griega se traduce en fenomenología de lo espontáneo, discurso poético que se va forjando con signos y símbolos de un lenguaje apenas descifrado por el tiempo.

 

Lenguaje y Recursos Poéticos

El lenguaje poético de Roberto Arizmendi es directo, breve, preciso, claro. Estas cualidades apolíneas se contraponen, o, mejor dicho, se complementan con el sensualismo de sus referentes poéticos, donde la inmediatez filosófica nos habla de una actitud hedonista por excelencia, un existencialismo optimista que no renuncia ni al tiempo ni al espacio que le pertenecen, que siente suyos.

Si su lenguaje poético se caracteriza por esa serenidad apolínea, sus recursos poéticos también son mesurados, nada estrambóticos ni rebuscados. Podríamos decir que su propósito comunicativo tiene preeminencia frente a la búsqueda de innovaciones lingüísticas con que suelen adornar su obra los poetas modernistas. Es por eso que su obra se acerca más a los postulados de la poesía pura, despojándola de anécdotas y figuras retóricas.

Más preocupado por la imagen que por el sonido, Roberto Arizmendi construye su obra a base de referentes inmediatos, asociando ideas que se correlacionan o contrastan en un mundo de significados compartidos, sin más intenciones que las de hacer cómplice al lector del misterio que se comparte, aunque no exista seguridad alguna de su existencia, y todo lo que existe en el universo no sea más que ese enigma presentido, producto de una intuición que hace al poeta cada día más sabio.

Aunque el lenguaje y los recursos poéticos de Roberto Arizmendi son comunes a todos los que usamos el idioma español, y él nos los comparte como el pan y la sal; sabemos bien que, al usarlos, el poeta se arriesga, como Jasón, a cruzar el estrecho de Mesina, sorteando el peligro de perecer entre las fauces de Escila y el remolino de Caribdis. Es como estar entre la espada y la pared. En el caso de Roberto, es navegar entre el sueño sensual del Dionisio arrebatado, epítome del placer, y la serena vigilia del clarividente Apolo, patrón de los oráculos y sabio descifrador de enigmas.

 

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