Miguel Flores Ramírez (Cd. de México, 29/06/90)

Repaso de la vida

El color del tiempo de Roberto Arizmendi

Miguel Flores Ramírez.

Repaso de la vida de Roberto Arizmendi es un poemario signado por el tiempo, que tiene diferentes niveles en cuanto a lo que sus textos dicen.

En un principio los poemas se muestran harto conceptuales a una obsesión del tiempo y por el tiempo, incidencia que no tarda en concretizarse en poemas que hablan sobre el estar en la vida y más mortalmente en este mundo terrenal (Nunca supimos cómo nos fueron clavados los pies sobre la tierra…entre el lodo de este mundo), volviéndose un lamento, una endecha dolorida por el incumplido deseo de vida prolongada.

Los textos de Arizmendi en un primer momento resuman una íntima tristeza de incumplimiento en la falta de tiempo, en la ausencia de estar para nombrar el propio mundo: la vida que se está yendo (¡Ah! Cómo pudieron irse tan rápido las horas). El lamento por la vida que se acorta frente a una existencia inabarcable.

En esta primera parte, no obstante el ritmo denso y sin salida de los textos, existen momentos líricos bien logrados.

En el tránsito del tiempo, los poemas de Arizmendi desembocan en la citadina urbe negadora de la existencia; pero en la vorágine destructiva, se nombra la esperanza (Vendrá nuevo día / para negar fantasmas), misma que es puesta en duda a fuerza de reiterar la muerte (No podían ser / así / Nacer tan libremente).

Adentrada la lectura, aparecen los textos más personales de Arizmendi en las «Canciones cotidianas». Para mi gusto aquí se encuentran los poemas mejor logrados del libro, los más coloquiales, los que evidencian que el mejor terreno de su juego poético es el natural desplazamiento en las palabras y los «hechos».

Poemas como «Hiciste bien», «En la espera», «Amor adolescente» o «Presencia», dan constancia de la obtención de logros poéticos sin el conceptualismo verbal que tienen los textos antecedentes.

En esta segunda parte, los poemas también hablan del tiempo, pero de un tiempo cotidiano a grado tal que al instante marca puntual el horal del gran prodigador urbano que fue Renato Leduc (Estoy ausente de los crepusculares tiempos / ausente de la danza metódica del agua sobre la media luna).

Después, en «Los pasos del camino» su poemario se abre al amor, a la ciudad y al goce de la vida. Aquí los textos se abren también al juego y al optimismo. El tiempo está encarnado en el amor y en la mujer (Me perdí en el tiempo / de tu piel adormecida … Amé tu tiempo / sin rescoldos ni pedidos / tu forma de mujer intemporal), y la luz campea por la escritura. La noche no es la noche de la primera parte del textuario, la que renovó la oscuridad de plano, o la noche de los infiernos donde la luna asoma vacilante; aquí la luna de esta noche … anunció su belleza… Era un presagio de blancura / para engendrar poesía y rosas / recuerdo sin tiempo preciso.

Seguramente el mejor epílogo de este apartado, el que resume el espíritu del poeta, está en la «Sentencia»: Cuando te canses de amar / y recorrer caminos, / mejor búscate otra vida.

El riesgo del lugar común al hablar del amor está presente en los poemas de este apartado, pero Arizmendi en términos generales sabe conjurar el peligro.

Roberto Arizmendi no oculta sus influencias y asimilaciones, sus predilecciones poéticas y gustos. Es más, por la abundancia de citas que existen en el libro, seguro que gusta de solazarse en ellas y hacer partícipe al lector como si fueran textos suyos. Y qué bien, así debe ser, particularmente cuando cita a Jaime Sabines y enseguida nos suelta un texto como «Nostalgia» o «Amor en cualquier parte» o «Contigo» o «Igual que las palabras», donde se regusta el sabor sabinesco (Qué manera la tuya / de desnudarte hasta en la ausencia). O cuando citando a Alejandro Aura, nos entrega un espléndido texto de los más logrados como «Tanto amor para tan poco llanto» o «Fardos».

En la última parte del libro, Arizmendi vuelve por sus fueros al leit motiv del tiempo, en abierta declaración amorosa temporal a Renato Leduc y su eterna lección al y del tiempo. Sólo que ahora con la nostalgia y aceptación de quien ha transcurrido por donde queda indeleble la huella de haber pasado (Vida y tiempo se van / … se buscan espacios / para encontrarle un refugio / a las heridas de la vida).

De todo ello, creo que Roberto Arizmendi ha hecho un Repaso de la vida que, como todo en la vida, tiene sus altas y sus bajas; sus momentos álgidos y caídas; sus celebraciones y mutis. Ni hablar, así es la vida.

Pero Roberto diestramente sabe conducir a tiempo la nave del poema, por sabio y reposado tiempo y por tiempo tempestuoso, porque citándolo casi puntualmente, Arizmendi no reniega de aciertos ni de errores: descubre nuevo color (o tiempo) para los horizontes. De eso se trata.

 

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Texto leído en la presentación del libro Repaso de la vida, realizada en la «Casa Universitaria del Libro», de la Universidad Nacional Autónoma de México, Orizaba y Puebla, Col. Roma, de la ciudad de México, el jueves 29 de junio de 1990.

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