Nora Garro (Cd. de México, 15/06/89)

Oficio de amar

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Nora Garro

Comentar un poemario es siempre una acción temeraria. Es que hay puertas que se deberían abrir en silencio, manjares que se deberían gustar a solas. El lector hambriento lo sabe.

Decir algo de la poesía de Roberto es hacer mío, como lo dice el propio Roberto, «su dolor, su llanto, su sonrisa, para vivir un rato con su vida». Asimismo, la resonancia de su poesía en cada uno de los presentes, producirá otros tantos poemarios, escritos o no. Estoy aquí, entonces, tratando de exponerle lo que en mí produjo, delatándome.

Hay una obsesión que recorre el libro: la de volver a hacerse a sí mismo. Dice un pensamiento budista que todo lo que somos es consecuencia de lo que nos hayamos propuesto, se funda en nuestros propósitos. Los carpinteros labran la madera; el sensato se labra a sí mismo.

Algunos versos contienen el deseo de que otro ser lo ayude en esta tarea, aunque para ello deba destruirlo primero. No le es fácil pedir esta ayuda. Así, en la primera parte del poemario, «Amando a todas horas», se esconde un hombre tímido, que sueña -primer escalón del amor- a todas horas. Inventa historias, confiesa insomnios, flota sobre la vida. Sólo parece confiar en la luna, la noche, el mar. Es allí donde pretende descubrir las respuestas a sus primeras preguntas.

En la segunda parte, «Horizontes de esperanza», sigue soñando de manera más atrevida: quiere amar sin cortapisas, rehacer el abecedario y descubrir lugares inmaculados donde vivir.

En la tercera parte, «De la soledad a la muerte», el optimismo de Roberto es delirante:

hay que destruir
para construir el mundo
a nuestro modo

No lo amedrenta la soledad, a quien ha convertido en su huésped y no le interesa fabricar dioses.

Acompaña este extremado optimismo con cierta crudeza para marcar los rencores, los dolores ajenos y por momentos, sus afectos. Tiene la capacidad de plantear una situación dolorosa y transformarla en pretexto para una sentencia, para un consejo optimista.

Por último, en todo el poemario resalta el amigo. Casi todos los poemas están dedicados, a una o varias personas.

La poesía es una vasija transparente, una confesión. Por eso, en este poemario, tras las fuertes notas optimistas, se oye, convocado, el grito del poeta, la referencia obligada al enigma. La música de este poemario no es un canto al optimismo, es un intento de no detenerse en lo que sea optimismo. Roberto juega, en este poemario, a poner las reglas del juego, reta a Dios con la pregunta: «¿Qué es el hombre sin dolor?».

 

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Texto leído en la presentación del libro Oficio de amar, realizada en la «Casa del Gato Erizado», Camino Antiguo a Mixcoac 227, San Bartolo Ameyalco de la ciudad de México, el sábado 6 de mayo de 1989 y, posteriormente en la «Galería Metropolitana» de la Universidad Autónoma Metropolitana, Medellín 28, Col. Roma, de la Cd. de México, el jueves 15 de junio de 1989.

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